Oaxaca de Juárez, 2 de mayo. Poca gente puede quedar libre de decir que no se ha asustado o ha sentido asco al cruzarse con una cucaracha, especialmente si estas se han vuelto de repente inquilinas de su casa. Estos insectos han sido fruto de cientos de mitos desde la perspectiva humana, el más famoso de todos ellos quizá, el que asegura que de haber un desastre nuclear a gran escala, las cucarachas heredarían la Tierra.
Este dicho se fraguó tras el lanzamiento de las bombas de Hiroshima y Nagasaki al final de la Segunda Guerra Mundial. Los primeros reporteros que pudieron acercarse a varios kilómetros de la zona de la detonación afirmaron que solo las cucarachas habían sobrevivido. Con el paso del tiempo, durante la Guerra Fría y la escalada de tensión entre potencias armadas hasta los dientes de armas nucleares, los colectivos pacifistas extendieron lemas que decían que de una guerra nuclear no saldrían victoriosos ni los norteamericanos ni los rusos, “solo las cucarachas”.
A este lema popular se sumaron algunos estudiosos de la época que comenzaron a trazar las posibilidades de supervivencia ante una catástrofe de este tipo. En 1962, el genetista de la Universidad de John Hopkins H. Bentley Glass contó por ejemplo al New York Times que las cucarachas y las bacterias “heredarían las habitaciones de los humanos” ante una situación de este tipo. Sin embargo, los estudios posteriores constataron que no había lugar para pensar en cucarachas gigantes sustituyéndonos cual Gregorio Samsa.
Un informe del Comité Científico para los efectos de la radiación atómica de la ONU elaborado en 1994 puso a prueba qué formas de vida podrían sobrevivir a una devastación similar a una bomba atómica. Para hacerse una idea, la bomba de Hiroshima fue de unos 15 kilotones equivalentes a la explosión de TNT, se calcula que las temperaturas superaron los 980 grados celsius en dos kilómetros a la redonda de la zona cero, quemando todo a su paso. En Chernóbil, un desastre bastante peor que las bombas atómicas, la dosis de radiación a 1.000 metros del reactor que colapsó se estimó que estaba años después del suceso en torno a los 400 rads, la magnitud que mide la cantidad de radiación que recibe un material o un cuerpo.
Un ser humano comenzaría a colapsar al ser expuesto a este nivel de radiación, sin embargo, el análisis de los científicos de la ONU confirmó que de un grupo de 12 insectos probados entre los que estaban las cucarachas, al menos el 50% de su población sobrevivía a dosis que oscilaban entre los 2.000 y los 4.000 rads, pero que la inmensa mayoría morían al subir esta exposición a los 8.000 rads. Es decir, tenían una resistencia entre 5 y 10 veces superior a la de los humanos, pero no eran ni mucho menos inmortales a la radiación que podría ocasionar un holocausto nuclear masivo.
Parte del secreto de la resistencia de las cucarachas y otros insectos a la radiación radica en el modo en el que sus células se dividen. En los humanos este proceso es continuo, lo que hace que la radiación, que ataca especialmente al ADN de las células que se reproducen, sea más violenta. En el caso de la mayoría de insectos y de las cucarachas, sus células solo se dividen aproximadamente una vez por semana, lo que les hace adaptarse y combatir mejor la radiación.
El mito sobre las cucarachas fue probado de forma más divulgativa años más tarde, en 2008, por el programa Cazadores de Mitos de Discovery Channel. En él, expusieron a una colonia de cucarachas a distintos niveles de radiación, con estos resultados:
- Bajo una radiación de 1.000 rads: suficiente para matar a un humano en pocos minutos, todas las cucarachas sobrevivieron un mes después.
- Con 10.000 rads: una intensidad similar a las bombas lanzadas sobre Japón en el momento de la explosión. Solo una de cada diez cucarachas siguió viva.
- A 100.000 rads: todas habían muerto en poco tiempo.
Los resultados, similares a los del informe de la ONU, ponen de manifiesto además que las cucarachas no son el organismo más resistente a un desastre nuclear: las avispas bracónidas por ejemplo resisten más, al igual que varios tipos de bacterias.
Además, algo que se pasa por alto en esta hipótesis del holocausto nuclear es que la supervivencia no se basa tanto en soportar la primera gran explosión, sino que está en la capacidad para guarecerse en pequeños rincones, sobrevivir al derrumbe de edificios y posteriormente reproducirse a toda velocidad. Unas características que tienen los insectos y desde luego no los humanos.
2. Las cucarachas son superhéroes que soportan pisotones
Otro de los comentarios recurrentes cuando alguien se enfrenta a un grupo de cucarachas en su casa que no quieren pagar su parte del alquiler es poner en alza su tremenda resistencia y su capacidad para aparecer en cualquier lado, soportando en ocasiones un pisotón o sobrevivir a una buena dosis de insecticida.
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