Fernanda Cardoso Caballero
Oaxaca de Juárez, 14 de septiembre. A los ya 41 años del Golpe de Estado en Chile, muchas de las heridas no se han cerrado. Alejándonos un poco de la imagen que tiene Salvador Allende de mártir, no podemos dejar de reconocer que su periodo de gobierno fue malísimo, la inflación creció en casi un 200% y la escasez de productos básicos era ya algo cotidiano en la sociedad chilena de los años setenta.
Hoy por hoy, la alternancia en Chile ha permitido ver otras perspectivas de la historia de la dictadura chilena; es decir, aún hoy hay una gran cantidad de personas que quieren y respetan la memoria de Pinochet, del mismo modo que hay muchas personas que siguen idealizando la memoria de Salvador Allende.
La pregunta es, ¿Por qué después de 40 años la memoria de Allende no se logra opacar? La respuesta es simple, el gobierno de Allende representaba una alternativa a un sistema demasiado injusto. Allende representaba ese ideal democrático que buscaban las clases más desprotegidas de Chile. La muerte entonces, interrumpió ese cúmulo de buenas intenciones que sacarían de la pobreza a miles de personas. Así es como muere Allende y nace la leyenda, y con ella el cuestionamiento de cómo hubiera sido Chile si Allende hubiera seguido gobernando.
Es claro que Allende tuvo aproximadamente tres años para mejorar una crisis que se tornó, en su último año de mandato, insostenible. Y si bien, varias teorías afirman que la mano “santa” de Estados Unidos estuvo ahí para desequilibrar su gobierno, no podemos dejar de lado el hecho de que Chile vivió sus peores momentos con Salvador Allende precisamente.
Gobiernos como el de Sebastián Piñera apelan a una reconciliación entre los chilenos, y a superar los daños que dejó la dictadura, mientras que Bachelet afirma que nunca se olvidarán todos los crímenes cometidos por los ejecutores del golpe de Estado.
De ahí que tengamos que reflexionar sobre a dónde ha llevado la memoria de lo ocurrido a Chile. Si bien es una de las economías emergentes más importantes del cono sur, también ha traído consigo descontento y una inestabilidad social generalizada. Los más recientes ataques terroristas perpetuados por grupos inconformes, hacen cuestionarnos qué tan buena ha sido la beligerancia que Bachelet le ha dado a dichos grupos y la manera en la que éstos han respondido a su confianza.
Como cada 11 de septiembre, se recordará la imagen de un Allende que “pagó con su vida la lealtad del pueblo chileno”, mismo que hoy en día le queda a deber mucho, al tiempo que uno se pregunta si se necesitará volver a una dictadura para perpetuar las cosas buenas que se han logrado como nación, aunque esto signifique que siga estando fragmentada.