Oaxaca de Juárez, 14 de diciembre.
Vínculo con nuestro pasado
Gerardo Felipe Castellanos Bolaños
A la niña de mis ojos y a la niña de sus ojos.
Nuestros pueblos originarios se han transformado, como todos los pueblos originarios del mundo. Pero mantienen en su esencia, la visión del mundo y de la vida, los valores y principios ancestrales.
En esta época, son condiciones indispensables para nuestra existencia la amistad, la tolerancia, la solidaridad y la unidad hacía un solo objetivo, entre otras.
Estos valores, el clima, los recursos naturales, la arquitectura y la cocina oaxaqueña han dado fama mundial a Oaxaca, convirtiéndola en un destino turístico preferido, desde siempre, por visitantes nacionales en su mayoría y algunos extranjeros.
Nuestros abuelos dominaban el arte de vivir en armonía o arte del canto y la flor, que es la unión, combinación y equilibrio, entre el cuerpo y el espíritu; es la base de los valores que alientan el desarrollo humano y que los oaxaqueños conservamos en nuestro banco genético.
Al hablar de globalización, competitividad, poder político, creación de empleos, administración y todos los avances tecnológicos y científicos, se habla del hombre y de la mujer.
Ni más arriba, ni más abajo, a la altura del corazón; ni adelante, ni atrás, a nuestro lado. Efectivamente, estoy hablando de la mujer, y nadie más debe estar a la altura del corazón y a nuestro lado.
Por el embarazo o por los cambios hormonales no compiten con el hombre en igualdad de circunstancias; renuncian voluntariamente a ser madres para acceder a oportunidades de trabajo; pero además, como madres trabajadoras tienen la capacidad de atender a su familia y al trabajo, realmente son admirables.
Al hablar de la mujer oaxaqueña emprendedora, lo hago con mucha admiración y respeto por su amor al trabajo, a la familia y al progreso; por su talento para crear negocios que pueden ir desde una micro a una gran empresa; por su audacia al atreverse a realizar ideas que para otros parecen imposibles; por su sentido práctico para aceptar la adversidad como un reto para crear oportunidades de trabajo; prácticas y factibles.
La mujer contribuye a la economía del hogar y del estado en los tres órdenes de gobierno; a la familia administrando y aportando parte, y en muchos casos el total de los gastos de la casa; en la empresa familiar aporta ideas innovadoras para desarrollar la competitividad.
Al estado aporta impuestos y derechos.
Su intervención inteligente, positiva y productiva es una esperanza para la humanidad.
En Oaxaca, hasta fines de los 60s fue la mujer el eje central alrededor del cual había girado la familia; se encargaba de la educación y cuidado de los hijos; del arreglo de la casa; la conservación de las costumbres y tradiciones.
En esos años la madre, la esposa, dedicaba el tiempo exclusivamente al hogar, preparaba ella misma los alimentos de toda la familia y salía únicamente al mercado y al templo; el padre era el único proveedor que satisfacía todas las necesidades de la familia.
Las primeras mujeres emprendedoras que, usando la escala apropiada, vi trabajar en la ciudad de Oaxaca fueron las tortilleras de San Felipe del Agua que “bajaban a Oaxaca” corriendo por la Calzada Porfirio Díaz, con el tenate de tortillas en la espalda amarrado con el rebozo, venían a la plaza del mercado a vender sus tortillas, blandas o clayudas; las que tejían en el telar de cintura en Santo Tomás Jalietza; las que hacían la loza verde de Atzompa y los cántaros de barro negro de Coyotepec; las que bordaban las blusas de San Antonino Castillo Velasco y las que se dedicaban al comercio en los mercados públicos y en tendejones.
El poco dinero que produjo este trabajo sencillo de madres trabajadoras seguramente sirvió para alimentar a sus hijos y darles la oportunidad de que estudiaran.
Por otra parte, cuando hablamos de patria, hablamos del padre, de lo perteneciente al padre o que proviene de él. Es la tierra natal ordenada como nación a la que se pertenece por vínculos afectivos, históricos o jurídicos. Es el lugar, ciudad o país en que se ha nacido.
Y si hablamos del padre se entiende que también debemos hablar de la madre, de la mujer; la que nos otorgó la vida, que nos amamantó, que nutrió nuestro ser y nos legó la fortaleza; al hablar de la madre, hablamos de la matria; es decir, de la mamá.
Y si el padre es la patria, la tierra dónde nacimos; la madre es la matria, la cultura indígena que heredamos, que llevamos dentro de nosotros mismos y que está latente en los genes; es la que ha mantenido viva la cultura de nuestros abuelos indígenas; es el vínculo con nuestro pasado el que nos da fortaleza.