Domingo, 20 de Julio de 2014 23:58 Saraí Jiménez/Dario Nolasco Arte y cultura
Oaxaca de Juárez, 21 de julio. Cuenta la historia que en el año de 1501, antes de la llegada de los españoles, cuando Oaxaca se encontraba dominada por las culturas zapoteca y mixteca, el rey Cosijoeza, soberano de Zaachila, tuvo una hija, a quien dio el nombre de Donají, que significa “Alma Grande”.
En punto de las 20:30 horas, el auditorio Guelaguetza fue el escenario donde nuevamente decenas de espectadores disfrutaron de la historia de la princesa zapoteca enamorada de Nucano, príncipe mixteco, originario del pueblo enemigo de su patria.
El presidente municipal, Javier Villacaña Jiménez, quien estuvo acompañado por su familia y el gobernador de Tlaxcala, Mariano González Zarur, encabezó la presentación de esta historia que evocó las palabras de Tiboot, el sacerdote de Mitla, quien predijo, cuando nació Donají, que la desgracia y la fatalidad estarían presentes en su vida.
La representación de las disputas que mantenían los pueblos mixtecos y zapotecos, apoyada en la música prehispánica, la iluminación y el baile del Ballet Folklórico de Oaxaca, dieron nuevamente vida a una de las leyendas más bellas y conocidas de los Valles Centrales.
Cuando el guerrero Nucano fue hecho prisionero por los zapotecos y puesto a disposición del rey Cosijoeza, la princesa Donají lo descubrió, enamorándose de él.
Después de que ambos pueblos pactaron el fin de sus luchas, Donají fue exigida como prenda de paz por los mixtecos, por lo que anteponiendo el amor a su pueblo por encima del propio, la doncella avisó a los guerreros zapotecas que sus carceleros se encontrarían al anochecer en Monte Albán, donde fueron atacados por los guerreros de Cosijoeza.
Al haber descubierto a Donají, los mixtecos decidieron vengarse del rey decapitándola, por lo que muchos años después su cadáver fue encontrado con un lirio enraizado en la sien izquierda, imagen que posteriormente se convirtió en el escudo actual de la Ciudad de Oaxaca.
Quienes tanto se amaron en vida se unieron en la muerte, al descansar juntos en la iglesia de Cuilapam.
La trágica historia de amor concluyó con una variedad multicolor de fuegos pirotécnicos que iluminaron la noche de la capital oaxaqueña.